Cuándo quisieron darse cuenta ya habían dejado de ser jóvenes.
-Cómo estás, Carmen?
-Es más que evidente - dijo la mujer. - Y tú?
-Cargado de achaques y arrugas, pero estoy en casa y voy haciendo... no como algunos amigos que ya se han ido. - Al decirlo, alguna lagrimilla floja hizo acto de aparición y trató de borrar su rastro con los dedos.
La mujer pensó que estaba muy cambiado y no parecía aquel que pensaba se iba a comer el mundo y nunca quiso ataduras.
Ella esperó, esperó y siguió esperando y se quedó para vestir Santos.
Cosas del amor...
Y él se dio cuenta que la había errado. Su vida no fue aquella maravilla que esperaba y se lamentó mucho de haber sido tan idiota y haber perdido aquella otra que sin duda hubiese tenido junto a ella.
Se quedó sin mujer, sin posibles hijos, ni nietos.
Fuíste tan idiota
que perdimos
una vida juntos.
Tan enamorada
y para tí
otras cosas
te importaban más.
Y la realidad
te hizo ver tarde
que aquellas grandezas
solo estaban
en tu cabeza.
La vida es otra cosa y ya no es tiempo para lamentaciones.
Verónica O.M.