LUCÍA Y ROSA 5
El recuerdo de su nueva amiga la ayudaría para enfrentarse a la vida con mejor ánimo.
Ya era lunes y debía levantarse de la cama si no quería llegar tarde a su trabajo.
Se dirigió hacía el baño y se dio una ducha rápida que la terminó de despertar. Veía las cosas algo diferentes e interiormente se sentía mejor.
Se detuvo unos minutos para pintarse los ojos, una ligera sombra rosada y una ligera capa de rimel natural fue todo su maquillaje.
Desayunó un café con leche y un pequeño bocadillo de jamón en dulce. Al acabar cogió su bolso y salió dispuesta a enfrentarse a un nuevo día, dirigiéndose a su trabajo cuatro calles más abajo.
Trabajaba en un pequeño taller de ropa de deporte, dónde se confeccionaba todo tipo de estas prendas.
Llevaba en aquel taller bastantes años y era una buena oficiala que hacía su trabajo con gran perfección.
Al entrar y saludar como cada mañana, algunas compañeras contestaron a su saludo y la miraron extrañadas de verla tan guapa, ya que últimamente no tenían costumbre de verla así.
-¡Que guapísima que estás, Lucía! ¿Has vuelto con tu marido?
-¡No!
Dijo cambiando de repente la expresión de su cara.
-¡Con ese, no volveré jamás!
-¡Pues, hija! ¿para quien te has puesto tan guapa?
-¡Para mi!
Contestó muy seria y dando por terminada aquella conversación.
Dejó su bolso en una pequeña habitación y que hacía las veces de vestuario, y se puso la bata.
Se sentó y seguidamente empezó a coser.
Cada una, iba ya a lo suyo. Se les exigía rapidez y perfección al dar las puntadas.
A las 15.15 se levantó de la máquina y se dirigió de nuevo al vestuario. Se quitó la bata, cogió su chaqueta y bolso. Se marchó con un...
¡Hasta mañana!
Fue hacía su casa. Deseaba llegar para comer.
Se acordó de Rosa, sin duda su amiga ya habría entrado a trabajar en la gasolinera dónde llevaba la pequeña tienda.
Su trabajo era de lunes a viernes. Los fines de semana libraba.
Lucía comió y adecentó su vivienda. Después se sentó en el sofá dispuesta a ver la tele.
Continuará
Autora Verónica O.M.
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Ya era lunes y debía levantarse de la cama si no quería llegar tarde a su trabajo.
Se dirigió hacía el baño y se dio una ducha rápida que la terminó de despertar. Veía las cosas algo diferentes e interiormente se sentía mejor.
Se detuvo unos minutos para pintarse los ojos, una ligera sombra rosada y una ligera capa de rimel natural fue todo su maquillaje.
Desayunó un café con leche y un pequeño bocadillo de jamón en dulce. Al acabar cogió su bolso y salió dispuesta a enfrentarse a un nuevo día, dirigiéndose a su trabajo cuatro calles más abajo.
Trabajaba en un pequeño taller de ropa de deporte, dónde se confeccionaba todo tipo de estas prendas.
Llevaba en aquel taller bastantes años y era una buena oficiala que hacía su trabajo con gran perfección.
Al entrar y saludar como cada mañana, algunas compañeras contestaron a su saludo y la miraron extrañadas de verla tan guapa, ya que últimamente no tenían costumbre de verla así.
-¡Que guapísima que estás, Lucía! ¿Has vuelto con tu marido?
-¡No!
Dijo cambiando de repente la expresión de su cara.
-¡Con ese, no volveré jamás!
-¡Pues, hija! ¿para quien te has puesto tan guapa?
-¡Para mi!
Contestó muy seria y dando por terminada aquella conversación.
Dejó su bolso en una pequeña habitación y que hacía las veces de vestuario, y se puso la bata.
Se sentó y seguidamente empezó a coser.
Cada una, iba ya a lo suyo. Se les exigía rapidez y perfección al dar las puntadas.
A las 15.15 se levantó de la máquina y se dirigió de nuevo al vestuario. Se quitó la bata, cogió su chaqueta y bolso. Se marchó con un...
¡Hasta mañana!
Fue hacía su casa. Deseaba llegar para comer.
Se acordó de Rosa, sin duda su amiga ya habría entrado a trabajar en la gasolinera dónde llevaba la pequeña tienda.
Su trabajo era de lunes a viernes. Los fines de semana libraba.
Lucía comió y adecentó su vivienda. Después se sentó en el sofá dispuesta a ver la tele.
Continuará
Autora Verónica O.M.